Hoy 14 de abril a las 3 horas y 18 minutos GMT, ha sido el 51 aniversario de una de las frases más cinematográficas de la historia. A las 55 horas y 55 minutos desde el lanzamiento y a una distancia de 330.000 km de la Tierra, el comandante del Apolo 13, Jim Lovell pronunció la famosa frase: “Houston, tenemos un problema”. Un movimiento rutinario de un tanque de oxígeno encendió el aislamiento de un cable, lo que provocó una explosión que liberó al espacio el contenido de dos tanques de oxígeno. El oxígeno era necesario no solo para respirar sino que lo necesitaban para generar energía eléctrica. Sin energía, ni los sistemas de propulsión podrían funcionar correctamente. Lovell había elegido para el módulo de mando el nombre de Odisea por una película británica estrenada en 1968, “2001: Una odisea del espacio”. A Lovell le gustaba el significado de “odisea”: un largo viaje con muchos cambios de fortuna. Sin saberlo, había elegido para el módulo de mando la mejor definición para la misión del Apolo 13: una odisea. ¿No les parece una bonita definición de una transformación digital: un largo viaje con muchos cambios de fortuna?

Lovell ordenó cerrar el módulo de mando para conservar el máximo de energía, lo que obligó a la tripulación a trasladarse al módulo lunar a modo de bote salvavidas. Todos los procedimientos, planes y métodos que habían estudiado y practicado durante meses, se habían quedado drásticamente obsoletos. La supervivencia, que era el nuevo objetivo, dependía en un porcentaje demasiado elevado de la improvisación.

En 87 horas y 42 minutos, tiempo hasta la reentrada en la atmósfera, tuvieron que improvisar y hacer cambios en todos los sistemas de la nave. Una de las improvisaciones más curiosas tiene que ver con el dióxido de carbono. El módulo lunar contenía suficiente oxígeno pero no era capaz de eliminar el dióxido de carbono exhalado por los tres astronautas. El módulo lunar estaba pensado para albergar a dos astronautas durante 45 horas en la Luna y no tenía suficientes purificadores para mantener a tres astronautas en el viaje de regreso a la Tierra. El módulo de mando tenía purificadores suficientes pero no tenían ni la forma, ni el tamaño adecuados para funcionar con los equipos del módulo lunar. Los ingenieros idearon una forma de adaptar los contenedores cuadrados del módulo de mando para que encajaran en las aberturas redondas de los del módulo lunar. La vieja aspiración de los matemáticos de conseguir la cuadratura del círculo resuelta en menos de 24 horas. Lovell dijo “El artilugio no es muy atractivo, pero funciona. ¡Vaya si funciona!”. Los niveles de dióxido de carbono a punto de alcanzar la toxicidad, comenzaron a bajar inmediatamente.

“Apolo 13” es también el título de una película estadounidense rodada en 1995, que relata los problemas de la odisea del Apolo 13. Fue dirigida por Ron Howard y protagonizada por Tom Hanks en el papel de Jim Lovell. También hoy 14 de abril es el aniversario de la segunda frase mas famosa del Apolo 13. Gene Kranz (Ed Harris en la película), director principal de vuelo, para tranquilizar los ánimos espoleó a los ingenieros con: “El fracaso no es una opción”. Inteligencia emocional en estado puro para pedir coraje y criterio. La frase la dice Ed Harris en la película. Pero Gene Kranz (el de verdad) no dijo realmente esa frase aunque le gustó tanto que la utilizó como título de su autobiografía. La frase recoge el espíritu del esfuerzo por apoyar a los astronautas. Kranz/Harris fue, sin ninguna duda, el mejor “ángel de la guarda” en la distancia con el que pudo contar Lovell/Hanks. ¿Cuánto creen que aumentan las opciones de una startup si cuenta con un buen “angel de la guarda” (mentor)?

En las misiones espaciales Gemini y Apollo era habitual llevar medallas o insignias por solicitud de los astronautas. Las medallas tenían una parte de conmemorativas y una parte de espiritualidad. Una especie de talismán para “llevar o atraer la fortuna”. En un viaje a Nueva York antes del vuelo, la tripulación del Apolo 13 se hospedó en el St. Regis y vio una pintura (Steeds of Apollo) del artista Lumen Martin Winter, que representaba al dios griego Apolo tirando de su carro de tres caballos por delante de la Luna. Les pareció tan alegórico que pidieron al artista si la podía esculpir en un medallón, que fue la que se utilizó como modelo para la insignia o medalla del Apolo 13. Como las medallas originales que llevaron en el vuelo del Apolo 13 fueron fundidas, años después de la película, Tom Hanks compró la pintura original de Winter y se la regaló a Lowell. Era el mejor recuerdo que quedaba de la “suerte” que necesitaron para que todos los esfuerzos concluyeran en un final feliz. ¿No creen que siempre es bueno, en cualquier proyecto, que los indescifrables vientos de la fortuna soplen a favor?

Por último, uno de los aspectos menos conocidos de la película es el cameo de Jim Lowell. A Ron Howard, el director de la película, le gustan mucho los cameos. Por ello, mientras estaban rodando la película, Howard le dijo a Lowell: “¿Te gustaría participar en la película? ¿Qué te parece ser el almirante del barco que recupera a los astronautas?”. Lowell se lo tomó tan en serio que desempolvó su viejo uniforme de capitán y le puso todas y cada una de las cintas e insignias que tenía el uniforme del capitán del USS Iwo Jima. Esa minuciosidad es una prueba de lo riguroso y organizado que era Jim Lowell como buen piloto e ingeniero mecánico de formación. La gente que mejor improvisa no es la que siempre improvisa sino la que sigue y conoce todos los procedimientos y métodos, y así solo necesita improvisar cuando no existe otra opción de menos riesgo.

Así que la próxima vez que vean la película «Apollo 13» de 1995, y mientras observan, al final de la película a Jim Lovell haciendo de capitán del USS Iwo Jima, dándole la mano a cámara lenta a Tom Hanks, que hace de Jim Lowell, me gustaría que recordaran que en cualquier “transformación digital”, aparte de mucho esfuerzo, conocimiento y planificación, van a tener que lidiar con algún que otro “problema” y que para poder “volver a casa” y si quieren que “el fracaso no sea una opción”, se va a necesitar con mucha probabilidad: alguna “crisis” de improvisación, el impulso y apoyo de un buen “mentor” y algunas gotas o unas cuantas gotas de “fortuna”.